México no es Venezuela y AMLO no es Hugo Chávez, no, sin embargo,
las
semejanzas están a la vista.
Chávez, un connotado populista, se negó a
construir un Estado de derecho e hizo de Venezuela un Estado fallido
gobernado de acuerdo a sus estados de ánimo. Utilizó un referéndum
revocatorio para eternizarse en el poder; prometió todo a todos y
traicionó una a una sus promesas; instituyó el culto a la personalidad,
entre otras razones, a través de su programa Aló presidente; favoreció
los intereses de los militares, atacó a los medios de difusión masiva,
dictó discursos autoritarios, descalificó, provocó y destruyó a sus
opositores, inventó enemigos para acumular seguidores inoculados con
diferentes tipos de miedos injustificados. Chávez recurrió a Simón
Bolívar para recordar un pasado glorioso desconocido por la mayoría de
sus partidarios.
Chávez
expropió activos venezolanos y extranjeros, prometió acabar con la
corrupción sin lograrlo y se erigió como defensor de los recursos
naturales del país; se presentó como abanderado de los desamparados;
encarnó la voluntad del pueblo y le regaló dinero mientras no se
desplomara el precio del petróleo; se lucró políticamente con el
sufrimiento de los pobres y los enfrentó a los ricos; culpó al
neoliberalismo como el causante del desastre; fundó su poder en la
movilización popular; violó la ley cuando ésta lo limitaba; mandó
“obedeciendo” supuestamente al pueblo como si él fuera un nuevo Bolívar y
luchó por el acceso digital gratuito para comunicarse con millones de
personas al apretar un botón.
AMLO, electo también democráticamente, intenta desmantelar los
organismos autónomos y con ello destruir la democracia para eternizarse
en el cargo con el mismo argumento protervo de la revocación del mandato
a ejecutarse por medio de consultas ilícitas realizadas a mano alzada
con las que podría destituir a cualquier autoridad. Si Chávez llegó a
ser el jefe absoluto de Venezuela, AMLO ya es lamentablemente jefe del
Estado mexicano, jefe de las Fuerzas Armadas, jefe de su partido, jefe
de la coalición que lo llevó al poder, jefe del Poder Legislativo, a
través de notables sobornos a la oposición.
AMLO también pretende ser
jefe del Poder Judicial al tratar de aumentar el número de ministros y
nombrar incondicionales en la Suprema Corte de Justicia. ¡Claro que,
como él mismo lo dijo, está mandando al diablo las instituciones de la
República, la mecánica ideal para la instalación de la dictadura!
AMLO expropió en forma camuflada el nuevo aeropuerto, el NAICM;
disparó la corrupción a través de asignaciones directas en lugar de
licitaciones establecidas en la ley; insiste en operar en términos
suicidas a las empresas públicas quebradas de punta a punta, fuentes de
ineficiencia y de putrefacción.
AMLO, el supuesto salvador del pueblo,
el defensor de los pobres, los duplica por doquier a través de una
parálisis económica;
regala dinero para adquirir cínicamente clientela
electoral, cuando el camino para al bienestar es la creación de empleos
productivos; enfrenta a ricos y pobres, culpa al neoliberalismo de todos
los males sin definirlo nunca; descalifica arteramente a sus
opositores, engaña al pueblo al no encarcelar a la mafia del poder ni
construir un Estado de derecho; viola la ley por medio de memoranda
ilegales; favorece a los militares; pretende instalar Internet gratuito
para comunicarse con millones de personas al apretar también un botón y
recurre a figuras históricas como Juárez y Madero para timar a los
incautos cuando traiciona el legado histórico de ambos. AMLO también es
un espanta inversiones y sus mañaneras son imitaciones del Aló,
presidente.
Si México, hoy en día un Estado fallido en buena parte del acontecer
nacional, volviera a convertirse en astillas de no darse un violento
giro de timón, AMLO jamás aceptará su responsabilidad como acontece con
los demagogos.
Claro que no culpará al “imperio yanqui” de la
catástrofe, sino a los neoliberales, a los conservadores, quienes quiera
que sean, a los “pirruris” y a los “fifís”, cuando AMLO y solo AMLO,
sería el responsable del nuevo desastre por su patética necedad e
ignorancia al tratar de gobernar con recetas sacadas del bote de la
basura de las ideas políticas y económicas. ¿A quién le van a creer los
desamparados en el futuro?